Homenaje a Muhammad Ali
“Los campeones no se hacen en los gimnasios. Los campeones están hechos de algo que llevan dentro, en lo más profundo: un deseo, un sueño, una visión.” Son palabras del recientemente fallecido Muhammad Ali, El más grande de todos los tiempos. “Los campeones deben tener el último instante de resistencia, deben ser más rápidos, deben tener habilidad y anticipación. Pero la anticipación debe ser más fuerte que la habilidad.” Palabras del mejor deportista de la historia.
Muhammad Ali fue el púgil más elegante que jamás ha pisado un ring de boxeo; representante de la firmeza y la fuerza, un embajador de la inteligencia prodigiosa que, con pragmatismo vertiginoso, combinaba el estilismo de la danza de Nureyev con el poderío de Joe Louis sobre un cuadrilátero. Ali imprimía a su condición natural una actitud desafiante y se podía reconocer en él un carácter de astucia felina definido con pinceladas de belleza femenina.
La bicicleta robada
Cassius Marcellus Clay nació en 1942 en Louisville, una ciudad humilde en el sureño estado de Kentucky. Se crió en el seno de una familia católica y trabajadora; su padre se dedicaba a pintar señales de tráfico y murales, mientras él y su hermano acudían a la escuela.
A la edad de ocho años le robaron la bicicleta y su reacción, tras llorar desconsoladamente, fue la de avisar a un policía mientras afirmaba entre lágrimas que iba a machacar al ladrón. Aquél policía era entrenador de boxeo y le animó a que se pasara por el gimnasio. Diez años después, Clay ganó la medalla de oro olímpica en Roma 1960. Al regresar a su ciudad, arrojó la medalla al río Ohio como gesto de protesta contra la segregación racista.
Cassius Clay comenzó su carrera como boxeador profesional tras vencer en Roma, y su popularidad aumentó espectacularmente. Se ganó a pulso el apodo de el bocazas ya que la actitud provocativa y su constante proclama de belleza, fortaleza, y de ser el mejor al tiempo que ridiculizaba a sus adversarios de un modo irónico y burlón, fue considerado como una osadía dado lo inusual de dicho comportamiento en un deportista de aquella época.
En 1964 se enfrentó a Sonny Liston El Invencible en la disputa por el Campeonato Mundial de los Pesos Pesados. Venció en el octavo asalto, como él mismo había pronosticado recitando una especie de rap prematuro ante la prensa. Le gustaba profetizar los combates en forma de rima improvisada; una especie de poeta que recitaba rap desvergonzado y desafiante muchas décadas antes de que ese estilo musical apareciese.
Había derrotado al Campeón cuando nadie apostaba nada por él, había conmocionado al mundo. Pero aquello no era todo, al día siguiente convocó a la prensa, y aquel joven afro-americano de veintidós años les miró a todos a los ojos y dijo: “No tengo que ser lo que vosotros queréis, soy libre y puedo ser lo que quiera.” Anunció así su conversión al islam y reconoció su pertenencia al grupo político-religioso conocido como La Nación del Islam. Además, ya nadie debería llamarle Cassius Clay, ahora se llamaba Muhammad Ali.
En Estados Unidos, los africanos traídos desde su continente para que trabajasen como esclavos perdieron sus nombres originales, de modo que adoptaban los de sus dueños; los de las familias para las que trabajaban. Así que Cassius Clay no era más que el nombre de un blanco cuyos esclavos eran los antepasados del boxeador. En la Nación del Islam se otorgaban nombres originales de africanos o, como hiciera uno de sus líderes -Malcolm X-, ponían una x en lugar de su apellido en referencia a la incógnita matemática que se usa en las ecuaciones. Muhammad significa “merecedor de toda alabanza” y Ali “el más grande”.
A partir de aquel momento su carrera deportiva estaría siempre marcada por los acontecimientos que se relacionaban con la lucha por los Derechos Civiles de los afro-americanos. La gente comenzó a despreciar al púgil considerando su conversión al Islam y su ejercicio de libertad religiosa y creencias político-sociales como un acto de ofensa hacia la sociedad blanca.
Su amistad con líderes de la talla de Malcolm X o Martin Luther King Jr., fue lo que dio alas a la sociedad negra, especialmente en el sur del país. Que alguien como Ali hubiera conseguido ser Campeón del Mundo ayudó a terminar con la idea de que lo negro era malo y feo. Muhammad era guapo, fuerte, esbelto y Campeón del Mundo. Estaba orgulloso de su color de piel, de su pelo rizado, de su nariz y sus labios, y esto fue un revulsivo a para la comunidad negra.
En el terreno profesional también cambió el modo de interpretar los combates. Ali fue un pionero en la forma de pelear, rápido y veloz, con un juego de piernas único e inimitable, un estilo impropio y jamás antes visto entre pesos pesados.
En 1970 afirmó: “nunca he luchado a fondo contra ciertas personas, sobre todo contra los negros a los que me he enfrentado. Podría haberme empleado más a fondo, pero no lo hice, y aun así fui el mejor de la historia. Pero tras aceptar mi religión, la fe islámica, no podía verme provocándole una contusión cerebral a otro hombre, desgarrándole la retina, o haciéndole algo terrible sólo por un cheque del cual el Gobierno se lleva el 90%.”
Ningún vietcong me ha insultado
En los rings seguía siendo un púgil espectacular, pero su popularidad descendió dada su controversia y su actitud contestataria basada en el conocimiento de la historia americana sobre la raza negra. El público le abucheaba y reprochaba su posición, pero él sólo exigía que se le tratara con respeto.
Por otro lado, en la otra punta del planeta, Estados Unidos libraba una guerra en un país asiático, y las cosas no iban acorde con los planes del Pentágono. A pesar de ser un deportista de elite, Ali fue llamado a filas en 1967. Aunque aquello iba a ser un mero formalismo y en ningún momento iban a destinarlo a zona de guerra, Ali se negó a incorporarse alegando su condición de pastor religioso. Su razonamiento fue tan simple que dijo: “¿Por qué voy a ponerme un uniforme e irme a 16.000 kilómetros de casa a tirar bombas sobre la gente de color de Vietnam, mientras a los negros de Louisville los tratan como perros privándolos de sus Derechos? No, no voy a irme a ayudar a asesinar y quemar otra nación para prolongar la dominación de los hombres blancos sobre la gente más oscura del mundo. Deberíamos poner fin a estas atrocidades. Ningún Vietcong me ha llamado negro de mierda, la gente de mi país sí.” Después de estas declaraciones se convirtió en el deportista más odiado de la historia en Estados Unidos.
El jurado lo declaró culpable por insumisión militar y le condenó a seis años de cárcel y a una multa de 10.000 dólares. Recurrió al Tribunal Supremo, pero la sentencia tardó tres años y medio en resolver culpabilidad o inocencia.
Durante ese período de tiempo le retiraron la licencia de boxeo y le arrebataron desde los tribunales el título de Campeón del Mundo, algo que nadie le había ganado en los rings. En aquel intervalo de años sufrió una notable decadencia económica y anímica, pero en 1971 el Tribunal Supremo aceptó sus alegaciones religiosas y le absolvió de toda culpa. Para entonces volvió como el verdadero Campeón del Pueblo, pues había derrotado a los poderes más inaccesibles y la gente le aclamaba.
Tras algunos combates que le ayudaron a ponerse en forma y a acomodarse de nuevo con seguridad en el ring, disputó de nuevo en 1971 el Campeonato de los Pesos Pesados contra su buen amigo Joe Fraizer. Durante catorce asaltos extenuantes, de los que en once Ali no se sentó en su esquina durante los minutos de descanso para intimidar a su adversario, se vio boxeo en estado puro: agresividad e inteligencia y actividad físico-psíquica impetuosa. La igualdad entre ambos deportistas fue constante hasta el penúltimo asalto, en el que Fraizer tumbó a Ali con un golpe que le dolió más a los millones de seguidores del combate que al propio púgil, el cual se levantó al instante. Finalmente Fraizer se convirtió en el primer boxeador en derrotar, por puntos, al bocazas de Kentucky.
El primer tricampeón
En 1974 Ali volvió a intentar la reconquista del Campeonato Mundial. El Combate del Siglo se celebró en Kinshasa, capital del Zaire. Muhammad Ali contra George Foreman, el hombre con mayor pegada de la historia del boxeo. Un combate en el que, de nuevo, nadie (ni tan siquiera los entrenadores del propio Ali), confiaba en el púgil musulmán; sólo el pueblo africano le apoyaba incondicionalmente.
Los motivos; Foreman había derrotado a Frazier –el único hombre que había sido capaz de derrotar a Ali- un año antes. Foreman tumbó por KO a Frazier en el segundo asalto con una facilidad asombrosa.
Inesperadamente, Ali cambió esa noche su reconocido estilo de boxeo, que consistía en bailar y moverse sin parar por el ring. Esa noche se quedó contra las cuerdas, encajando golpes que tumbarían a cualquiera, resistiendo los ataques de su adversario. Foreman, al ver que todo su despliegue no surtía efecto, añadido a que Ali, tras cada ráfaga de puños, le decía que su hija pegaba más fuerte, empezó a desanimarse.
De modo que aquella noche reapareció El Campeón contra todo pronóstico, dejando para la historia uno de los KO más elegantes que jamás se ha visto en un ring. Ali golpeó tres veces consecutivas a Foreman y éste se desplomó lentamente creando un semicírculo en su trayectoria hacia la lona, mientras Muhammad le seguía con la mirada pudiendo rematarlo sin llegar a hacerlo.
Tras aquel combate anunció su retirada, pero la competitividad le hizo volver para demostrar que todavía tenía muchas cosas que decir en el ring. Una de ellas, en uno de los combates más espectaculares de la historia, el desempate entre Frazier y él.
Alí venció con la mandíbula rota en el combate más extenuante que se ha vivido nunca: el Thrilla in Manilla. Los médicos afirmaron que ambos púgiles estuvieron al borde de la muerte en una noche de resistencia sobrehumana.
En 1978 perdió su título contra el Campeón Olímpico Leon Spinks, pero lo recuperó en la revancha, convirtiéndose en el único peso pesado en ser Tricampeón del Mundo. El Campeón volvió a anunciar su retirada en 1979, pero al año siguiente retó al que era entonces Campeón Mundial, Larry Holmes, quien lo venció con claridad.
En 1981 se retiró definitivamente, ya con algunos síntomas de la enfermedad de Parkinson, presumiblemente provocada por los traumatismos cerebrales de los golpes recibidos y por problemas renales. Pero no se hizo público hasta 1984; Ali sufría Parkinson, un síndrome neurológico caracterizado por temblores, rigidez de los músculos y lentitud del habla y movimientos. Sin embargo, Ali no tenía miedo a ese tal Parkinson, había librado combates mucho más temibles.
La Misión Humana
Fue a partir de su retirada profesional cuando Ali emprendió un viaje en el que dejó claro que a pesar de su dedicación al deporte, su verdadera misión era la Humanidad: “Todos los combates, todos los esfuerzos, toda la publicidad, eran sólo el principio de mi vida. Ahora empieza mi vida. Combatiré la injusticia, el racismo, el crimen, la indecencia y la pobreza. Utilizaré este rostro tan conocido para representar la verdad y las causas justas. El boxeo era sólo el vestuario, el estadio son los problemas del mundo.”
En 1996 fue el encargado de encender la antorcha olímpica en Atlanta, y además le entregaron una copia de la medalla que había lanzado al río Ohio. Dos años después fue nombrado uno de los nueve Mensajeros de la Paz de la ONU por su trabajo en el Muhammad Ali Center, cuyos propósitos son los de inspirar a la gente a realizar sus sueños, a usar su potencial para convertirse en los más grandes.
Lamentablemente, desde que se retiró, sus apariciones públicas han sido cada vez menos, y se ha dedicado a luchar contra la enfermedad, lo que ha privado al mundo de su siempre peculiar visión del estado de las cosas en los últimos años de crisis global, guerra santa, recorte de libertades, racismo y abuso policial, y otras miserias humanas.
Muhammad Ali será por siempre un icono que representa la esencia del honor. Cuando cualquier boxeador hubiera renunciado a cualquier cosa por convertirse en Campeón del Mundo, Ali hizo todo lo contrario; mantuvo su alma limpia siendo consecuente con sus valores y creencias aunque ello implicase perder el título de Campeón.
La dimensión de Ali como deportista es incalculable. No solamente por que trascendió lo boxístico, convirtiéndose en un símbolo de lucha y en un héroe del pueblo, sino por que la historia se perdió los que son los cuatro mejores años deportivos de un boxeador, de los 25 a los 29 años. Elijan a cualquier destacado deportista y quítenle sus cuatro mejores años de rendimiento.
Muhammad Ali fue un conocedor de su realidad social, consciente del contexto cultural en el que vivió, que jamás evadió la reivindicación política. Odiado y denostado por ello en su momento, amado y respetado desde la perspectiva histórica.
Un regalo para las generaciones futuras, cuya aptitud para extrapolar las esquinas del ring a las esquinas del mundo nos recuerda la existencia de lugares olvidados y abandonados, donde la miseria y la injusticia son heridas abiertas del planeta tierra. Su legado es eterno, inmortal. Vuela como una mariposa, pica como una abeja.
Comentarios 3 Comentarios
bravo por este hombre extraordinario
DEP
Javier, muchas gracias por este interesante artículo sobre Mohammed Allí. Me ha servido para darme cuenta de lo importante que ha sido la figura de este púgil.
Seguiré tus artículos con atención.
Magnífico homenaje, me ha gustado mucho.
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