Metallica: Hardwired… to self-destruct
Un nuevo disco de Metallica es siempre un acontecimiento mundial. Esta vez ha habido que esperar ocho años para ver qué hacían los de San Francisco. Tras el intento fallido de Death Magnetic (2008) -quisieron componer un disco siguiendo los patrones de sus grandes trabajos- han decidido liberarse de toda atadura y apostar por la evolución.
Hardwired… to self-destruct devuelve la ilusión a los seguidores de la banda y demuestra que Metallica sigue siendo un grupo con futuro, que tiene algo más que hacer que vivir de la renta de sus obras maestras de hace 30 años.
¿Qué hay de nuevo, viejo?
Para empezar, Hardwired… to self-destruct suena bien, algo que no ocurría con los dos anteriores trabajos. Suena a Metallica, limpio y bien producido, cada cosa en su sitio, especialmente la batería.
El disco, en su conjunto, da la sensación de estar trabajado, sin mirar hacia atrás queriendo repetir la fórmula de los grandes éxitos pero sabiendo quiénes son. No es el mejor disco, pero sí de los mejores, porque tiene personalidad, es sólido y tiene razón de ser, además, hay grandes canciones. Es un disco producto de muchos años de transición dentro de la banda. Todavía hay dejes del Death Magnetic que estropean un poco las composiciones, pero también hay aprendizajes que han servido para conseguir este buen resultado.
Las letras, como siempre cuando se trata de James Hetfield, son un reflejo de los sentimientos y los valores más oscuros del ser humano. A caballo entre la autobiografía y el papel de cronista social, descubrimos a un Hetfield que vomita su rabia y sus instintos viles en letras en las que cualquiera se puede sentir identificado.
Y para acompañar todo esto, una campaña de marketing nunca antes vista; durante las 24 horas previas al lanzamiento del disco se publicaron, cada dos horas, 12 videoclips, uno para cada canción. Manteniendo así el nivel de visitas a youtube, webs especializadas y redes sociales al rojo vivo durante un fin de semana frenético. Además, presentaciones y conciertos en Alemania, Inglaterra y EE.UU.
Canción a canción
Hardwired. Un disparo certero y directo de tres minutos para presentar credenciales; Metallica patentaron el trash metal, por si a alguien se le ha olvidado. Buen sonido, guitarras a toda velocidad y a por otra.
Atlas, Rise! Épica en estribillo, letra y solo, con buenos ritmos de guitarra y tempo medio, nos sirve para hacernos una idea de lo que nos vamos a encontrar en el disco. Y parece que tiene buena pinta.
Now that we’re dead. Rock n’ roll, perfecta para el headbanging. Un viaje en el tiempo 20 años atrás, una composición encontrada de las sesiones del Load, pero con más estilo y actitud. Estamos ante una de las mejores canciones del disco.
Moth into flame. Metallica están de vuelta y esta es la principal evidencia. Hacía muchos años que no sonaban así, cambios de ritmo, melodía, riffs rompedores –el mejor del disco del 2:40 al 3:30-, la voz de James en todos sus registros, y sin abusar de minutaje. Directa al best of de la banda.
Dream no more. Medio tempo, sonido pesado, reminiscencias del Black Album y el …And Justice for all. James y sus monstruos –el temido Ktulu- una vez más aparecen en una letra oscura, atormentando sus sueños. Buen solo por parte de Kirk.
Halo on fire. La “balada” del disco. Interesante composición en su estructura, con cosas del Fade to black, otras del Bleeding me y un sonido cercano al The day that never comes. Metallica también tiene su lado sensible y, quizás, eso es lo que les ha engrandecido y diferenciado del resto de bandas de la escena; saben combinar el metal con la melodía emotiva mejor que nadie.
Confusion. Aunque tarda demasiado en arrancar y se excede en duración, tiene un buen estribillo y riffs pegadizos marca de la casa.
ManUnkind. Otro tema de medio tempo, sonido duro que ayuda a dar unidad y personalidad al disco. Buen trabajo compositivo de Robert Trujillo.
Here comes revenge. Otra de las mejores. También tarda demasiado en arrancar, pero la espera vale la pena; sonido Black Album, una canción que crece, va de menos a más y se construye a medida que avanza.
Am I Savage? Una canción que parece que lleve la firma de Megadeth, ¿respeto y reconocimiento al ex-Metallica Dave Mustaine? ¿O más bien un “puedo hacer lo mismo que tú y me sale mejor que a ti”? Sonido pesado y dinámico al mismo tiempo. Bastante salvaje, sí.
Murder one. Obligado homenaje, no sólo en la letra, también en la composición musical, a Lemmy de Motorhead, fallecido en 2015. Una suerte de heavy metal stoner que combina lo mejor de ambos mundos.
Spit out the bone. Sólo Metallica sabe hacer este tipo de temas con planteamiento y conceptos aparentemente inconexos. Trash metal a doscientos por hora, emotivo, con toques nostálgicos y tristeza. Dyers Eve parte dos.
Metallica es un grupo que, como tantos otros, tuvo que ser o no ser. Estuvo cerca de la ruptura, pero supo sobrevivir y aprovechó ese punto de inflexión para convertirse en leyenda viva del rock. Siguen recorriendo el planeta, llenando estadios y siendo una referencia. Y así lo harán con el nuevo disco, la maquinaria sigue funcionando y todavía queda camino por recorrer. Sin tierra a la vista en el horizonte, la cuestión es saber hasta dónde serán capaces de llegar mientras el cuerpo les permita mantener el ritmo. Mientras tanto, disfrutemos de su genialidad.
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